Mayo trae a Sóller su fiesta principal: Es Firó. Aunque no es su festividad patronal, que es San Bartolomé en Agosto, la conmemoración de la última incursión pirática es la fiesta más sentida por nuestro pueblo. Esta celebración une tradición, historia, cultura y gastronomía.
En esta festividad se come uno de los platos más típicos y peculiares de nuestra gastronomía, los caracoles. El cual no falta en ninguno de los numerosos encuentros familiares.
Este plato consiste en un guisado de caracoles que lleva patata, diversas legumbres y carne de cerdo/pollo.
En el valle existen innumerables especies de caracoles; caracol bover, la caracola, caracol de serpiente, etc. aunque debemos puntualizar que solo se consumen los dos primeros. Los caracoles normalmente son recogidos unas semanas antes, en primavera. Estos, con las débiles lluvias, despiertan del letargo invernal. Cuando la tierra esta húmeda salen de sus escondites y es cuando la gente aprovecha para “cazarlos”. Normalmente esta práctica se realiza por las noches ya que es cuando están más activos por la humedad. Una vez recogidos se guardan en un lugar cerrado.
Este “molusco” es en sí insípido, por eso en su cocción se lo condimenta con muchas hierbas aromáticas como la hierba buena, el hinojo, el orégano, la mejorana, etc. Cada familia le da su toque diferenciador.
Una vez cocidos, el guiso tiene de fondo un buen sofrito al que añadiremos sobrasada, botifarró, manitas, huesos salados, jamón, etc. Como podemos ver, es un guiso muy denso, lo que hace que su digestión sea pesada. Una dicha popular dice, que con caracoles nunca se bebe agua, debe acompañarse siempre de vino.
Los caracoles siempre se comen acompañados de “all i oli” y pan.
Aunque sea un plato que tiene como base un “animal” que en muchas regiones no se consume, es muy recomendable probarlo. Ya que es una de las joyas de nuestra gastronomía más tradicional.